Roberto Saviano es narrador, testigo, protagonista, ensayista y a veces
escritor.
¿Demasiada parafernalia publicitaria en torno a este libro?
Resulta difícil separar fondo de forma, méritos literarios de valor
testimonial.
Empieza rompedor, con un capítulo dedicado a la mafia en la industria
textil, para que nos olvidemos del lado mítico y tópico.
A pesar de todo, nos hemos aburrido.
Quitando algún capítulo más evocador, como el dedicado a Kaláshnikov o
la reflexión sobre la influencia de Hollywood. Realidad y ficción siempre
liándonos.
“Es así como se hace el bien, solo cuando puedes hacer el mal. Si en
lugar de ello eres un fracasado, un payaso, uno que no hace nada, entonces solo
puedes hacer el bien; pero eso es voluntariado, un bien de pacotilla. El
auténtico bien es cuando eliges hacerlo porque también puedes hacer el mal”.
“Palabras frente a las hormigoneras y los fusiles. Y no de una manera
metafórica, sino real. Allí, para denunciar, para testimoniar, para ser. La
palabra con su única armadura: pronunciarse. Una palabra que es centinela,
testimonio: verdadera a condición de no dejar jamás de señalar. Una palabra
orientada en ese sentido solo puede eliminarse matando”.
“Las fotos de Nobel en los años posteriores a la elaboración de la
dinamita (…) lo retratan trastornado por la inquietud, con los dedos atenazando
la barba. (…) Kaláshnikov, en cambio, tiene siempre un aire sereno, de viejo
pensionista ruso, con la cabeza llena de recuerdos (…). Creo que este es uno de
los elementos que ha hecho convertirse al viejo general en involuntario icono
de los clanes de todo el planeta. Mijaíl Kaláshnikov no es un traficante de
armas, no interviene para nada en la mediación para comprar metralletas, no
tiene influencia política, ni posee una personalidad carismática; pero lleva
consigo el imperativo cotidiano del hombre en la época del mercado: haz lo que
debas hacer para vencer; lo demás no importa”.
“cumplís decenas de años de cárcel para alcanzar un poder de muerte,
para ganar montañas de dinero que invertir en casas que no habitaréis (…);
comandáis un poder de muerte tratando de dominar una vida que consumís
escondidos bajo tierra, rodeados de guardaespaldas. Asesináis y sois asesinados
en una partida de ajedrez cuyo rey no sois vosotros (…) Ha llegado el momento
de que dejemos de ser una Gomorra…” (Escrito del sacerdote Don Peppino Diana,
asesinado).
Roberto Saviano
Gomorra
Barcelona, Mondadori, 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario